VIENTO EN POPA HACIA LA NADA
Edgar Abarca Lachén - El Cruzado Aragonés. 6 de noviembre 2020
Se nos dijo que no tuviéramos miedo, que disfrutáramos del estío. La nave estaba engrasada y tripulada. Debíamos gastar, intentar olvidar los amargos momentos de una primavera lívida.
El control policial se esfumó para dar rienda suelta a una alegría desbordante. Vuelta a la a-normalidad. Alegrémonos, reunámonos, brindemos por seguir asfixiados pero al fin y al cabo, vivos.
Teníamos ahora si, por fin, nada menos que 17 sistemas sanitarios preparados. Habíamos aprendido y estábamos protegidos por nuestros comités de técnicos. También de evaluación, de coordinación, de trabajo. ¿Qué podía salir mal?.
La exaltación patria de las emociones evaporaron, una vez más, nuestra capacidad de análisis, de crítica, de rectificación. Pero cuando la política doblega al sentido común, el futuro no puede deparar nada bueno.
Necesitamos empatía, algo de afecto. Sentir la seguridad del liderazgo, de quien verdaderamente sabe. Compartir las razones de una clara disparidad de criterios, que en estos momentos hunden los restaurantes y a la vez siguen saturando metros o centros de salud. A cambio y tras siete largos meses en coma, la propaganda nos ha enseñado a resignarnos, a pasar por el aro, a dejar de pensar, a obedecer. A poco más.
Ha llegado la segunda ola y el “mejor sistema sanitario del mundo” la recibe exhausto, con las UCI desbordadas y sustentado en una atención primaria maltratada que se mantiene a duras penas gracias a la honda vocación de sus profesionales.
Medios técnicos que siguen sin llegar, un sistema de comunicación con el paciente francamente mejorable y la gestión de lo público frente (y no junto) a lo privado que por descontado, sigue siendo, aún a punto del colapso, la única opción posible.
En el caso de las farmacias, absolutamente infrautilizadas, esperamos desde marzo a que nos llamen para poner en marcha una batería de propuestas de colaboración que sin duda podría atenuar la presión asistencial.
Entre otras, la activación de la receta electrónica para grupos específicos de pacientes, asegurar la continuidad y adherencia de los tratamientos de enfermos crónicos, acciones de farmacovigilancia, protocolos de detección precoz de casos sospechosos de infección por coronavirus o simplemente evitar que el paciente sature más las consultas por un simple cambio de pastillas a sobres.
A modo de ejemplo, en el primer día de la campaña de la gripe, las farmacias francesas vacunaron a 400.000 pacientes. Propuestas que en países de nuestro entorno son comunes y que aquí se convierten en inconcebibles.
Aguardemos parados. Ingenuos. En coma. Contengamos la que nos viene encima coordinados como es tradición. Agarrémonos a esos fondos europeos que seguro son gestionados con la debida transparencia mientras nos siguen friendo a impuestos y tenemos el honor de ser el segundo país europeo con el IVA más alto en mascarillas.
Estado de alerta aquí, pero quizás no allí. Confinados, aturdidos y desanimados, busquemos la subvención y el aprobado general hacia el aborregamiento universal. Y que piense el comité de expertos, quienes quieran que no sean. Viento en popa hacia la nada.